Acerca de soltar

Dejar ir lo que ya no está, porque estamos agarrando lo que no nos pertenece. Soltar, para permitirnos sentir libertad, autenticidad y apertura hacia lo que está por llegar.

Hay momentos en la vida en los cuales hay que soltar y abrazar con amor. Cuesta, nos cuesta mucho soltar el control ya sea sobre una situación o una relación porque nos enseñaron desde pequeños que planificar nuestras expectativas es la clave del éxito. Nada de mas equivocado. Cuando los obstáculos dificultan el camino que hemos decidido recorrer, entramos en crisis, no sabemos mas que hacer y un vortice de emociones nos domina porque no soportamos que nada se salga de lo que habíamos planeado con antelación. La frustración llega y con ellas, muchas mascares preestablecidas entre las cuales la de la víctima.

En realidad el control no es nada mas que miedo. Una de las emociones más paralizantes y, al mismo tiempo, más ilusorias que podamos experimentar. Miedo de hacerlo mal, de fallar, de no ser perfectos y muchos miedos mas, porque porque socio-culturalmente, por lo general, nos cuesta mucho aceptar el error, no lo tenemos integrado como parte del aprendizaje. Si estamos aprendiendo algo y por ende nos equivocamos, sentimos que fallamos y no nos gusta fallar porque nos hace menos, menos dignos de amor, menos perfectos, menos aceptables por parte del entorno más cercanos del que buscamos constantemente la aprobación.

Quien me seguía en mi blog pasado pensará que soy un disco roto, pero, esto nos vuelve a conectar con necesidades básicas que necesitamos cubrir desde nuestra más tierna infancia; amor y aceptación por parte de nuestro entorno, sobre todo de nuestros padres.

Interpretamos la situación como un hecho malo, un error, nos sentimos mal y los primeros que pasa es que no nos perdonamos, de hecho aumentamos la dosis de malestar juzgándonos y criticándonos, porque no nos aceptamos. Si, somos nosotros que no aceptamos que somos falibles, somos humanos y no hicimos las cosas de otro modo simplemente porque las circunstancias no lo permitían.

Hiciste lo que sabias hacer con los recursos que tenías en el momento en el cual se dio la situación. Hiciste lo que tu miedo te dejó hacer, lo que tu nivel de consciencia te permitió sentir y hacer y los demás, aquellos que te juzgaron, por igual hicieron lo mismo. Es muy fácil ver las cosas en retrospectiva y analizar nuestros actos desde una toma de conciencia que no incorpore criticas e interpretaciones, pero la vivencia es distinta.

En la animación que hemos visualizado podemos observar cómo el intento de control de monje budista sobre la flor que ha creído rescatar de la tormenta provoca que esta se termine muriendo.

Él se olvida de las demás flores. Se centra solo en esta, sobreprotegiéndola, brindándole toda su atención, poseyéndola, evitando que sea libre y que ella pueda enfrentarse a sus propios problemas sin nadie que tenga que luchar por ella.

La flor puede simbolizar una relación de pareja donde la posesión se entiende como sinónimo de amor, o también puede ser el hij@ al que no dejamos volar del nido o aquel trabajo que amamos por saboteamos debido a nuestro miedo a perderlo.

Si el amor no te deja respirar, no es amor. Nos sacrificamos por buenas causas sin darnos cuenta de que no estamos haciendo ningún bien al objeto de toda nuestra atención y cuidados.

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Relaciones tóxicas